La luz inagotable

«El poeta regresa, aún, a menudo, por un viejo camino de su aldea con un puñado de trigo para sus gallinas, o se detiene bajo la sombra de un gran árbol, o ve como de ayer regresan las manos de su padre para acariciar su cabeza ya cana. Es el suyo un tiempo circular donde los instantes de ayer pueden venir hacia nosotros o alejársenos [...] Lo diré claramente: me gustan estos versos porque hay poetas que leen la vida en un mismo pergamino, porque cuando habla de la naturaleza lo hace con el tono y el desparpajo de Alberto Caeiro, ese amigo pastor de Fernando Pessoa con quien mi heterónimo Joseph Uber, también pastor, soñó conversar alguna vez en un cerro. En Lisboa, en Armenia, en Córdoba. Es lo mismo».

Del prologo de Rafael Adolfo Téllez.